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sábado, 21 de octubre de 2017

CALCO INFIEL DE UN DICTADOR REMOTO

 “¡Malditos carajos revoltosos!”, brama el General Augusto Torres delante del espejo, mientras la multitud lanza piedras contra el palacio de gobierno. Pueblo-multitud, estudiantes-multitud, pobres-multitud. Y el general de cinco estrellas estrelladas se observa las arrugas que le caminan, como microbios vivos, por su cara de gendarme temible, aunque jamás detonase un tiro ni una explosión, pues para ello contaba con secuaces, subalternos y policías.
El espejo le responde: “¡Tenga cojones, mi general!”, y Torres alega: “cojones poseo, lo que me falta es tiempo”. Sí, tiempo para guardar en las maletas los títulos valores y las divisas y los documentos de propiedad, y también los escritos sigilosos a fin de que no queden huellas de ningún escándalo (“Amado mío, hoy te esperare en el lugar de siempre”).