Doña
Fifa de Bracamonte organizó en el salón marino de su residencia (el que ostenta
los cuadros de la época también azul de Reverón), un espléndido ágape para
recoger fondos en pro de los pobrecitos pobres, cumpliendo así el benéfico
llamado de la ONU, desde Dinamarca, en auxilio de los menesterosos.
Fifa,
con sus recientes bucles de peluquería y su "tailleur" de dama
antañona, está vuelta un ocho ante el arribo de las invitadas, "¡Mon dieu,
a mi me va a dar un yeyo digno de sicoanálisis si algo sale mal!"; y de
inmediato se dispendia en últimas órdenes patronales: "Ramoooona, ¿pusiste
los cubiertos de plata repujada que nos regaló en navidad la Management Financial
Association (MAFIA)?", "¿Ya llegaron los acomodadores de carros con
sus guoqui-toquis?”, "¡Petra, coloca la escultura de hielo junto al caviar
de centurión importado!",
"¡Enciendan las luces para que no quepan dudas acerca de mi serie de serigrafías
o-ri-gi-na-les!"
Y con el
estruendo del timbre (el timbre de voz del mayordomo, por supuesto), entran un
grupo de señoras ansiosas por ayudar a la pobrecía, "Aquí estamos, Fifa,
como una sola mujer, para respaldarte en tu preciosa tarea. ¡Qué bella acción,
qué sensibilidad tan sensible tienes, mijita!"