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martes, 2 de enero de 2018

ANECDOTARIO DE CARAQUEÑOS (Y ASIMILADOS)







HUMORADAS DE HUMORISTAS
Un trabajo que hicimos con gusto máximo sobre el humor  en Venezuela, nos permitió ubicar y rememorar anécdotas de los humoristas patrios. De seguida, insertamos algunas de ellas para el consumismo jocoso de los lectores.
Rafael Arvelo, quizás el más importante de los vates satíricos de nuestro siglo XIX, político y autor de epigramas notables, cobró justa fama por sus pullas en verso. La historia refiere que en la celebración de una cena, recitó la siguiente improvisación contra el presidente general Antonio Guzmán Blanco, mientras mostraba una manzana:

Por una cual la presente
perdió el Paraíso Adán;
si hubiese sido Guzmán
se come hasta la serpiente.

Relata Cecilia Pimentel, hermana del gran humorista Francisco Pimentel «Job Pim», que este se hallaba trabajando en la redacción de El Universal (época de la dictadura gomecista) cuando sonó el teléfono:
—Aló, habla el ministro  Andara. Quiero reclamar porque en la edición de ayer escribieron «el ministro Aranda» y mi apellido es An-da-ra. Les advierto que no toleraré nuevos errores.
—No se preocupe, señor ministro —espetó el Jobo sin identificarse—, porque su apellido también es un error, pues yo tengo entendido que no se dice Andara sino anduviera.

Es profuso el anecdotario de Andrés Eloy como intelectual de agudezas sorprendentes. Recoge José Rivas Rivas en su libro Ingenio y gracia de Andrés Eloy Blanco, que siendo el poeta ministro de Relaciones Exteriores, tuvo que trasladar al asimismo poeta Otto de Sola de la embajada en París a la representación en Praga, debido a una indiscreción diplomática que este último cometió.
De Sola, al enterarse del cambio, viajó de inmediato a Venezuela y le expresó al ministro Blanco que deseaba proseguir en Francia, porque estaba habituado a la vida parisina. Andrés Eloy, después de escucharlo, le dijo: «Mira, Otto, mientras yo sea canciller de Venezuela el que me las hace me las Praga».

Refiere Ildemaro Torres en su obra Aquiles Nazoa, inventor de mariposas, que el excelso humorista llegó una vez  a la planta de televisión donde grababa su programa Las cosas más sencillas. El portero, negándole la entrada, le preguntó: «¿Qué desea usted?», y Aquiles empezó a responderle: «Deseo que cese la tirantez entre las naciones, que la cultura nos cobije a todos, que fluya el tránsito, que en todos los hogares haya leche, flores y frutas, que sigan surgiendo mundos al eco de un beso…». Y habría continuado las enumeraciones, de no ser por la presencia de un amigo que lo identificó ante el portero.

Kotepa Delgado, «el Voltaire de la Pensión Cantaclaro», como lo bautizara el poeta  Luis Alberto Crespo, mucho se preocupaba por lo que a mi hermano Franzel o a mí pudiese ocurrirnos, con riesgos mortales, en la desatada violencia del tráfico caraqueño, y al efecto aconsejaba no pelear nunca: «Si algún chofer te insulta, llamándote estúpido, imbécil, desgraciado e hijo de mala madre, tú le contestas: Esa es su opinión muy respetable, caballero, aunque debo significarle que otras personas piensan lo contrario».

Cierto día, un escritor muy serio le reclamó a Kotepa su falta de puntualidad en la entrega de un artículo, y nuestro padre se excusó: «Perdóname, es que a mi secretaria todo se le olvida». «¿Cómo se llama tu secretaria?», inquirió el colega para hablar con ella y recordarle el asunto. «Se llama Arterioesclerosis», retrucó Kotepa.

Miguel Otero Silva deleitaba a los contertulios con su chispa oportuna y de excelencia. Reseñan que en una cena la dama pequeño-burguesa se lamentaba: «Siento, Miguel, que pende sobre mi cabeza la espada de Colón».
A lo que MOS ripostó: «¡Señora!, ¿no será más bien el huevo de Damocles?»
.
Cuentan también que durante la presidencia de López Contreras, el gobernador de Caracas, Elbano Mibelli, con sus característicos métodos de represión, encarceló en un garaje a los estudiantes protestatarios.
Enterado Miguel del desmán, comentó: «¡Esa es otra garajada de Mibelli!».

                               MÁS HUMORADAS  DE  HUMORISTAS
En ocasiones, y como tributo a la memoria de nuestros grandes humoristas, hemos evocado algunas hilarantes anécdotas de su gracia perdurable. Hoy volvemos sobre el tema y va de reláfica:
El presidente Raúl Leoni decidió nombrar al abogado y cuentista Raúl Valera como gobernador de Caracas. Valera, que tenía fama de sordo, telefoneó a Miguel Otero Silva —fraterno camarada de Leoni— para que lo acompañase, pues la noticia lo había sorprendido y no quería acudir solo a la cita.
Miguel accedió gustosamente: «De acuerdo, búscame en tu carro y ambos hablamos con Leoni». Ya dentro del automóvil y a escasos metros de la residencia presidencial, el funcionario designado, aún nervioso por el trance, desatendió la voz de alto que le gritaron los policías de resguardo.
El incidente no pasó de las explicaciones del caso, pero de inmediato Miguel, en ilación de nombres de esquinas caraqueñas, le espetó a Valera: «¡Raúl, brincaste de Sordo a Gobernador, y casi ibas pasando de Gobernador a Muerto!».

Refieren también que cuando Kotepa Delgado, Carlos Irazábal y Miguel Otero Silva fundaron El Morrocoy Azul en 1941, el ilustre trío escogió al para la época joven humorista y caricaturista Claudio Cedeño como director del periódico. Claudio inició responsabilidades en el rotativo semanal, aunque bajo la amable férula de sus mentores, y tuvo que afrontar las sucesivas peticiones de quienes deseaban verse editados en tan prestigioso órgano. Así, ahíto de los fastidios de un insistente individuo que solicitaba la publicación de sus artículos, Claudio le dijo: «No puedo ayudarlo, caballero, porque aquí yo nada más soy el director».

Cuentan las viperinas lenguas que el gran Aquiles Nazoa, después de una estrecha amistad con la actriz Berta Duque (denominémosla de esa manera), se peleó con ella por motivos nimios, lo cual no le impidió asistir a una obra de teatro en la que Berta desempeñaba su papel histriónico. Durante el intermedio, algunos comentaron: «¡La pieza es infame, y la puesta en escena resulta horrible! ¿Qué opinas tú, Aquiles?». Nazoa, para sorpresa de los interlocutores, contestó: «A mí me pareció excelente, magnífica, única».
—Aquiles, ¿en qué basas tu criterio? —terció el grupo crítico.
—¡Es que matan a Berta Duque en el primer acto! —replicó Aquiles con tono socarrón.

Andrés Eloy cobró justa famosía por los versos que pergeñaba durante las sesiones del Congreso Nacional. Según lo recoge José Rivas Rivas en su libro Ingenio y gracia de Andrés Eloy Blanco, el poeta estaba molesto porque el doctor Pedro Cruz Bajares, presidente del hemiciclo, no le concedía la palabra. Y al efecto, escribió sobre un papel que pasó de mano en mano:

Te pedí la palabrita
y me diste tus negares
te espero en la bajadita
cuando de la Cruz Bajares.

En cierta oportunidad, un señor con aires pedantes sometió a consideración de Andrés Eloy unos poemas para que este los juzgara:
—Le traigo dos sonetos, doctor Blanco, a fin de que usted me diga cuál es el mejor. Aquí tiene el primero de ellos.
Andrés Eloy leyó rápidamente el texto y enseguida respondió
—¡El otro es el mejor!

Narran que cuando Francisco Pimentel se hallaba ejerciendo funciones como cónsul en Valencia, España, tuvo que alejarse de la grata ciudad por un tiempo, debido a los embates de la guerra. De vuelta a Valencia, un amigo le preguntó sobre cómo le había ido en el cargo, y el humor de Job Pim no se hizo esperar:
—Este es un consulado bueno… con su lado malo.






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