Para
fortuna de mis ansias, elegí una botella completa de la Viuda Clicquot, que me
tomé en el primer estirar de piernas, dudoso de si el líquido reconfortaría las
angustias ancestrales. La concluí bajo el efecto de la pasión etílica y
solicité otra en el término de la impaciencia, pues no hay nada más reparador
que los grados alcohólicos al compás de un jumbo-jet internacional. Entre las
tinieblas de afuera y de adentro, percibí la aureola del infinito: estelas
cósmicas, arrebatos silenciosos, incógnitas profundas, pero no me dejé alterar
por los hados de ningún misterio y encendí la computadora en la franja banda
ancha. Sting cantaba, ajeno a su edad de carbono catorce, Shakira lucía un
ombligo casi perfecto, el petróleo aumentaba de precio. Cambié varias veces el
foco digital, y para evitar el letargo me dediqué a los pronósticos del tiempo.
En Japón, según los palomares del observatorio, haría un frenético calor
amarillo; y en el resto del mundo sin ojos a rayas, los termómetros no lograban
acuerdos (bufandas o camisas, chaquetas o pomadas para el sol).
Literatura, naturalezas casi muertas, sutilezas vivas, palabra de humor, futuros en retroceso, adivinación de pasados, presentes insolentes, truécanos, retruécanos, erotismo, derrotismo, y de todo una pizca como en la (in)humana globalización actual.
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jueves, 6 de septiembre de 2018
CONTRA-TIEMPO
martes, 4 de septiembre de 2018
MALDITO ELOGIO DE LOS RECUERDOS
Cuando
abrió la puerta, supe que don Heraclio Carranza iba a morir. Él me extendió su
mano acostumbrada a las ceremonias, y yo la mía de estudiante imperfecto. No
cruzamos palabras sino intuiciones.
Me
condujo hasta la biblioteca a través de un limpio desorden de muebles
Chipendale y faroles en desuso, torsos de metal, estampillas entre vidrios,
gatos que alargaban las sombras; todo parecía dispuesto para la eternidad.
–Siéntese
ahí –me dijo, o me ordenó, estirando los labios.
Le
miré en pretérito. Recibía el Premio Nacional de Literatura y los individuos de
la Academia ,
con sus bastones numerados, hicieron fila, entregaron el diploma y escondieron
la envidia. Don Heraclio, herencia caribe de los siglos de España, proclamó en
el discurso: “¡Escribo para el infinito porque soy finito!”; y yo aplaudí,
desde la última silla, esa parábola de mi propia existencia y me fui a releer
la obra del Maestro; imágenes en cada línea, una reflexión sabia y
desconcertante a la vez.
domingo, 2 de septiembre de 2018
PERIPECIAS DE UN ESTUDIANTE SUBVERSIVO DEL 60
Yo nací en una localidad de esta ribera del Arauca
vibrador, y soy hijo de mi mamá (evidentemente) y de un padre que nunca me
reconoció. Por eso sólo me llamo
Marcelino López. “¿López qué?”, preguntaban algunos con ironía; y yo contestaba
“López sin más apellidos, como el hijo de la puta que te parió”. Y no continuaban
insistiendo porque sabían de mis habilidades en la arena de los coñazos
boxísticos.
De aquel pueblo no
hay mucha tela para contar. Poseía dos calles principales y una misma tradición
de vicios nobles e innobles. Entre los nobles, estaban el trabajo de “sol a
asombro”, la disposición de tomarse cualquier cantidad de cervezas, y el uso abusivo
del sexo (inclusive con animales de corral); y entre los innobles, el chisme calumnioso
y la manía de apoderarse de tierras ajenas. Yo disfrutaba de la primera
categoría de vicios, exceptuando el trabajo porque me hallaba sin empleo; y
nunca me sentí agobiado por el segundo grupo de vicios, pues acepté mi
condición natural de hijo idem y no tenía bienes raíces que fuesen objeto de envidia.
sábado, 1 de septiembre de 2018
FABULARIO INEXACTO
El Versius, según lo anota el
Capitán Arthur Thompson en su libro póstumo Sueños Inestables (1754), es un
animal que encierra todas las contradicciones del universo y que sólo aparece
durante períodos de intensa lluvia. Su cuerpo enorme, como el del Ave Roc
citada por Borges, se aplana hasta volverse exiguo cuando recibe el calor del
sol, pero nuevamente cobra volúmenes formidables bajo los aguaceros del mundo.
Sólo dos personas lo han visto entre los temporales: el Capitán Thompson, una
etílica noche de invierno en Madagascar; y el poeta griego Euxino, cuya obra
fundamental desapareció en el naufragio del barco donde perseguía a las Musas
(34 a.C.)
La hechura de El Versius no
tiene principio ni arribo, posee escamas translúcidas, colmillos en sucesión,
orejas nimias y su organismo funciona como estigma de contrariedad: defeca por
la boca y se alimenta por un gran orificio posterior, respira por ombligos
escondidos y bota el aire por ocho ojos descomunales. Piensa nada más que en
futuro, aunque en un futuro tan próximo que no puede diferenciar del presente;
sonríe en circunstancias aciagas, lloriquea en sucesos bienaventurados, odia a
quienes lo protegen y se apega a los adversarios.
Asientan los tratadistas que la
tosca inteligencia de El Versius logra apoderarse de las originales ideas de
los genios, para transferirlas a los obtusos.
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